Desde el jardín

SE DICE que los arquitectos ayudamos a construir casas. Yo también ayudo a restaurarlas, remodelarlas y, en ocasiones, incluso a destruirlas.

Cuando una casa está lista para ser derribada, suelo pasear por ella. Quizás sea el saber que esa será la última vez que podré verla. El hecho es que me gusta hacerlo.

Recorro despacio sus pasillos y entro a cada habitación. A veces me detengo ante algún detalle interesante en la forma de la puerta, o un arco bien construido.

En las pareces, huellas de clavos y rectángulos de un tono diferente indican donde antes hubo cuadros. Las casas antiguas suelen tener muchos, pero esta, en particular, no tenía ninguno. Un color simple uniformaba todas las paredes bajo el techo claro. Pensé que en ello se sentía que había sido una casa de reposo, y me pregunté si habría alguna razón médica que desaconsejase poner retratos en las paredes. Quizás los ojos de esas personas inmóviles inquietaran a los huéspedes.

Siempre hay ecos en las casas vacías, y ya me he acostumbrado a la posibilidad de que un gato, o un ave, entre por alguna ventana y haga un poco de ruido. Si el ruido es muy insistente, como en aquella ocasión, voy a ver de qué se trata.

Venía del dormitorio principal. Una larga habitación, vacía como todas las demás habitaciones. Sólo quedaban unas cajas que habían olvidado recoger. Un gato saltó de una de ellas, al oírme entrar, y desapareció por la ventana. Había estado rascando el fondo de la caja y algunos papeles que ésta contenía estaban rasgados. Creí que eran cartas pero, examinándolas mejor, parecían páginas sueltas de un diario.

Sentado en el piso, pase la tarde leyéndolas.

Unas horas después, estaba de pie, junto a la ventana, sosteniendo las hojas que acababa de leer. Volví a mirar las últimas páginas y las leí de nuevo.


"A veces, cuando paseo por el jardín, sin saber por qué, me encuentro tarareando una canción, siempre la misma canción, en el mismo rincón solitario al que nunca recuerdo haber llegado.

"De pronto me encuentro bajo las ramas de un árbol, mirando al cielo a través de sus hojas, con la tonada saliendo de mis labios, oyéndome a mi misma, casi como una extraña.

"Me levanto, triste, sin saber a dónde desviar la vista para no llorar.

"No importa cuántas veces haya pasado, siempre me asusta.

"Me he dicho a mi misma que ya no debo ir al jardín pero, ¿a dónde más ir para dejar de oír tantos lamentos?. Sólo aquí, bajo el techo del cielo, me siento libre.

"No quisiera volver a casa pero, en las noches, el cielo se va; y vuelvo aprisa, apenas atreviéndome a mirar al abismo que pende sobre mi cabeza.

"Me recibe el ama, a la que a veces no le recuerdo el rostro y me parece que fuera otra mujer, pero me apena decírselo.

"Me lleva a acostar. Luego se ocupará de los huéspedes. Acercándome una copita, mis labios vacilan, pero ella me apura a beber. Aunque sus modales son un poco rudos, se ocupa muy bien de mí y de los menesteres de la casa, los que yo misma he ido dejando, poco a poco, totalmente en sus manos.

"Seguramente hace mucho tiempo que habrá notado lo evidente de mi estado, pero nunca menciona nada al respecto. Pobre mujer. Me apena cargarle el peso de mis angustias. Yo no tengo la fortaleza, ni la valentía, para tratar con nadie en medio del mar de voces que a veces la rodean a una y parecen seguirla por toda la casa.

"El jardín es mi refugio. Antes, Agnes venía a recogerme, reprendiéndome, como una mamá, por haber salido de la casa sin avisar a nadie ni mostrar consideración con los invitados. Después, como vio que me sentía mejor y podía regresar por mí misma, dejaba que paseara cuanto quisiera.

"En el jardín, camino descalza sobre la hierba, huelo las flores y sonrío. Aún con el trino de las aves en los árboles, el jardín tiene una voz tan suave, casi silenciosa.

"Pero está aquel rincón. Basta con que lo recuerde para que de pronto despierte allí, tarareando.

"Y cuantas más veces sucede, más difícil es evitarlo.

"Camino concentrándome en cada flor, cada hoja, cada pétalo. Miro fijamente el cielo. Me esfuerzo por alejar de mí la posibilidad de pensar en ello.

"Pero, últimamente, mis esfuerzos ya no son suficientes.

"Es difícil cuando, dejando aquel rincón, camino aprisa, huyendo, pero lo recuerdo y vuelvo a hallarme otra vez en él. Una y otra vez, como un sueño sin fin. No importa cuán fuerte me abrace a algún otro árbol o me sujete a sus ramas; el jardín calla, todo calla, y aparezco allí, cantando en el silencio.

"Sólo quisiera saber por qué. ¿Qué mente juega conmigo, como un títere, y me lleva a atormentados rincones?, ¿con qué motivo?.

"Siento como si mi vida estuviera sujeta a un capricho azaroso y, aunque tal vez sea normal que mi alma busque ansiosa la oportunidad de ser libre, es más mi ansia de saber por qué no lo soy.

"¿Quién me responderá?, ¿serás tú, a quién clamo sin saber quién eres, ni si existes, o si eres capaz de comprender mis sufrimientos?. Libérame, si puedes hacerlo... pero te daré las gracias si me dejas saber quién soy."


Desperté de pronto en un rincón del jardín, y las últimas notas de una canción dejaban mis labios.

Recordaba haber sido alguien antes; pasear por una casa; leer un diario. Pero el recuerdo se iba y ya no lo alcanzaba.

¿Quién soy?, pregunté, y mis manos descubrieron bajo el musgo, inscrita en una roca: 'Tú eres yo'.

¿Por qué?, pregunté y, de pie frente al árbol, pase mis dedos sobre la corteza que se desprendió y me mostró escrito: 'Busco en tí la respuesta'.

Entonces, al pie de una flor, encuentré un huevo y, en su interior, una nota: 'Perdóname. Eres libre'.


Desperté, y estaba oscuro.

Tenía las páginas en mi mano. La caja grande a mi lado. Me levanté; no recordaba cómo me había quedado dormido. Pero recordaba ese sueño y, viendo otra vez hacia el jardín, ahora podía encontrar con la vista el oscuro rincón donde estuviera.

Estaba allí otra vez.

Mis pasos me habían llevado, casi sin pensarlo.

Casi sin pensarlo, decidí retirar la maleza bajo el árbol.

Más tarde, aquel rincón estaba claro.

No había piedra, ni inscripción, ni huevo, ni siquiera una huella en la hierba. Debía haber sido hace mucho tiempo. O quizás nunca. Tal vez sólo un sueño.

Sin embargo, recordaba la canción. Me puse a silbarla, bajo las ramas del árbol. La oía como si no fuera yo quien la hiciera, como si fuera el eco de una voz lejana que me llamó hasta allí, para preguntarme algo que yo tampoco sabía responder.

Y pensé si ese silbido podría, de algún modo, llegar a ese tiempo y ser oido y repetido, y su eco guardado hasta volver otra vez a mí, como completando un círculo.

Me puse de pie y, con una navaja, retiré una porción de la corteza del árbol. Escribí la frase que había soñado y la volvía a cubrir con cuidado. Imaginé que aparecería para alguien que necesitara ese mensaje.

'Busco en tí la respuesta'.

Con algunas herramientas, que traje del auto, cincelé luego otra frase sobre una roca.

'Tú eres yo'.

No pensaba si era absurdo lo que estaba haciendo. Ni siquiera cuando, después de volver del supermercado, me encontraba tratando de introducir una nota por uno de los diminutos agujeros de los que me había valido para vaciar completamente un huevo. Lo enterré, luego de sellarlo con mucho cuidado.

'Perdóname. Eres libre'.

Exhausto, apoyé mi espalda al árbol. No sabía muy bien lo que sentía, o si debía sentir algo. Apagué la linterna. Contra el cielo negro, a la silueta de la casa llegaba el resplandor lejano de las luces de la calle.

Me quedé dormido otra vez y soñe que amanecía. El sol iluminaba de frente la fachada de la casa. Pero ahora estaba reluciente, con sus cristales reflejando la luz dorada y los jardines tan verdes como alguna vez fueron. Entré y paseé por sus pasillos alegres, con retratos felices acompañandome camino hacia alguna cálida habitación. En el dormitorio principal, las cortinas de la ventana se movían ligeramente con la brisa. Me acerqué para contemplar el jardín, y el rincón donde había estado. Un árbol muy grande crecía allí.

Después que desperté, guardé mis cosas y fui de regreso a casa. Iba pensando que en la mañana demolerían aquella construcción. Ningún comprador se había presentado y el dueño de la propiedad había decidido construir una mejor casa que ofrecer. Me había encargado la tarea. Me conocía. Seguramente no iba a creer lo que le iba a decir, pensé mientras marcaba su número en mi celular. Sabía que diría que estaba loco por llamarlo en la madrugada. 'Aló... sí, soy yo, disculpame... es sobre la casa que me encargaste... no, no hay problema... es sólo que... ¿todavía quisieras venderla?... hay alguien a quien le interesa'.

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