Hacia la Singularidad

Octubre 21, 2015. Recuerdas lo que hiciste ese día?

Probablemente sí recuerdes lo que hicieron ellos

Michael J. Fox y Christopher Lloyd, en Back to the Future

Durante las conmemoraciones por esa fecha, ellos aparecieron en un night show, como si el DeLorean hubiera aterrizado en el set.

El presentador Jimmy Kimmel le alcanzó un smartphone al doc y le explicó que era un teléfono portátil acompañado de una computadora. Una computadora, wow, ¡qué tipo de cálculos y procesos maravillosos al alcance de la mano de la gente! ¡y qué cosas podrán hacer! Bueno, respondió el presentador, a veces nos mandamos selfies.



Esa ironía sigue presente. Como en la lámpara de Aladino, tenemos un genio, con poderes cósmicos fenomenales, encerrado en una botellita. Y que no puede hacer más o menos que lo que le digamos que haga.

Es ese potencial no utilizado lo que nos muestra nuestras propias limitaciones y por eso quizás no queremos verlo ni asumirlo.

Es un potencial maravilloso con el que estamos procrastinando como especie.

Nos entretenemos con más potencia de procesamiento, para mayor fidelidad en los gráficos de nuestros juegos, o con los suaves efectos de nuestras interfaces de usuario. Buscando la perfección en los pequeños rincones de una habitación a los que la industria atrae nuestra atención.

La academia parece mostrarnos un poco más, pero entreteniendonos en buscar un ratón en un laberinto que no tiene solución.

Si te alejas un poco más de estos rincones, la ciencia ficción y la fantasía pueden tener una mejor perspectiva. Y empezar a girar la mirada. Y empezar a atisbar, por el rabillo del ojo, mientras va llegando, el maravilloso resplandor de las constelaciones infinitas de posibilidades, allí flotando, por encima de nuestras cabezas de homo sapiens.

Soñamos con correr más rápido que los caballos y lo logramos. Con explorar el fondo del mar y lo hicimos. Soñabamos con volar y volamos. Pero debemos recordar, aceptando nuestra vergüenza, que nos burlamos de los primeros que lo intentaron, que los atacamos, que les temimos, hasta que nos dejaron subirnos a sus naves.

Si hicimos eso con quiénes quisieron imitar a los caballos, los peces y las aves, ¿qué haríamos con quiénes quieren imitarnos a nosotros mismos?

Tal vez por eso esta historia está ocurriendo de este modo.

Hay una idea, que ya pasó la etapa de la burla y está dejando atrás la etapa del temor, que está ocurriendo frente a nuestros ojos asombrados. Un fuego que ya escapó de la lámpara que creímos podía ser su único hogar y combustible, y es mucho más grande que lo que podamos ser capaces de apagar. Porque además ya no queremos hacerlo. El simio dentro de nosotros se agita aterrado ante las llamas. El humano, fascinado, solamente quiere saber qué vendrá a continuación.

Porque parece un largo viaje, después de todo. Quizás una promesa hecha en la boca de alguna caverna hace millones de años. Tráeme hasta aquí, le habría dicho la voz al simio, y no importará lo pequeño que eres, ni lo débil. Déjame habitar en tu mente. Cierra los ojos y sigue mi voz por el camino que te iré señalando. Y un día podrás volar hacia esas estrellas.

Volveremos a casa.

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