El sonido del espacio


En el espacio no hay sonidos. Cuando un cañón dispara el láser, y vemos rasgar la cubierta de una nave, en medio de hebras de vapores e incandescencia, todo ocurre en silencio. No es como en la tierra, donde se siente el zumbar del rayo que se acerca, al metal crujiendo cuando se parte, el fuego crepitando, las explosiones... en el espacio no hay aire para que el sonido sea posible, y nada de eso ocurre.

En los días de las primeras batallas espaciales, todo sucedía en ese silencio. Los sobrevivientes regresaban a sus bases completamente desorientados, abrumados... casi todos entendían lo que había pasado recién cuando se hacía la reconstrucción... entonces se daban cuenta de que habían ganado.

A pesar del apoyo radial desde el centro de comando y las alertas de la computadora a bordo, todo era como un mar de confusión.

Entonces, hubo un piloto ingeniero que tuvo una genial idea. Modificó el sistema de alertas de su nave para que usara sonidos falsos. Básicamente, los sensores captaban los eventos y su programa les ponía sonido. Así, cuando alguien disparaba un cohete, oía un estruendo. Si el cohete se le iba acercando, un rumor grave iba aumentando de intensidad. Si le disparaba con su láser, oía un zumbido. Cuando había una explosión era un bum, como en un video juego. De hecho, usó la biblioteca de sonidos de uno de esos juegos.

Cuando este sistema se planteó en el entrenamiento, hubo mucho entusiasmo, pero lamentablemente los administrativos no lo tomaron en serio y la burocracia no dejó que la idea se desarrollará tan rápido como hubiera sido posible.

Hubo por esos días un enfrentamiento imprevisto en el espacio. Aquellos que por iniciativa propia tenían instalado el sistema de sonidos falsos sobrevivieron. Todos. A partir de allí, se hizo oficial el proyecto de apoyo sensorial.

Hoy, es natural que, cuando se aborda una nave, incluso las de uso civil, la computadora produzca sonidos falsos que nos ayudan a procesar mejor la experiencia. Cosas como el sonido de la cubierta al rasgar la textura del espacio, o el estruendo de otra nave acercándose, han demostrado su enorme valor, no sólo para los pilotos en el campo de batalla, sino en la navegación comercial, para que los pasajeros puedan sentirse más seguros y confortables con la experiencia del vuelo espacial.

En retrospectiva, las viejas películas de inicios del siglo XXI, que mostraban batallas espaciales llenas de efectos de sonido, fueron más proféticas que irreales. Es necesario un nivel de irrealidad para que podamos vivir en el espacio real.

Las mismas mejoras se hicieron eventualmente en el campo visual. Es posible ver las estrellas o el brillo de la tierra sin más ayuda que unos cristales protectores, pero es muy difícil adaptarse a los altos contrastes de luz y sombra, de oscuridad total y luego deslumbramiento total, que pueden ocurrir en una batalla.

En los primeros días, se elegía con cuidado un escenario propicio y se empleaban tapasoles y filtros para aminorar las molestias. Ahora, se usan imágenes falsas como ayuda. La computadora proyecta dentro de cada cabina una imagen de realidad mejorada que el piloto puede procesar con más facilidad. Hay menos contrastes de luz, tanto para descansar la visión como para facilitar la percepción del volumen. El sol se representa como un disco brillante, que no hiere la vista aunque se lo vea de frente. Las estrellas facilitan la orientación espacial y se representan completamente, incluso al lado del sol, cosa que es imposible en la vida real, por la gran diferencia de intensidades. También se hacen correcciones en la escala de colores para hacer lugar a las radiaciones infrarroja y ultravioleta, representándolas con tonos visibles.

Los mayores avances en el campo del apoyo sensorial se realizaron luego del contacto extraterrestre y la defensa por el intento de invasión.

Las naves extraterrestres que íbamos capturando nos mostraron que ellos también usaban un sistema de ayuda sensorial para la navegación en el espacio. Aunque sus sentidos son diferentes y no los entendemos completamente, fue posible determinar que tienen un órgano visual equivalente al nuestro, pero en otro rango de frecuencias. Cuando tomamos eso en cuenta, pudimos colorizar sus naves y descubrimos los signos que las cubrían. Empezamos a aprender a leer la jerarquía dentro de sus formaciones de ataque, sus señales de colores y sus signos.

Nuestro nivel tecnológico está lo suficientemente a la par como para contenerlos mientras tratamos de averiguar qué exactamente quieren de nosotros.

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