Días sin tiempo - 1

Cuando se levantó esa mañana, le pareció que había más silencio que de costumbre.

Luego de salir del baño, aún le parecía demasiado silencioso y fue a ver a las otras habitaciones. No había nadie más en la casa. Le pareció raro que todos hubieran salido tan temprano.

Aún las mascotas parecían haberse escondido. Un sábado extraño.

Se preparó para salir a comprar algunas cosas para el desayuno.

Ya frente a la puerta de su casa, se quedó quieto un momento. Quizás normalmente no prestaba mucha atención a esos detalles, pero le llamó la atención que tampoco hubiera ningún ruido en la calle.

Ni siquiera pudo distinguir algún pájaro volando o posado en algún lugar.

Aún la brisa estaba ausente. Lo contemplaba, inmóvil, la cara de un pequeño molinete, plantado en una maceta, a su lado.

Arriba, el sol, brillando en algún lugar tras el cielo lechoso, parecía no calentar nada ni dibujaba ninguna sombra tampoco.

Fue caminando, despacio, hacia la panadería, que estaba abierta, como todas las mañanas.

Antes de llegar, se le había formado un extraño presentimiento, que se confirmó cuando no halló a nadie en el local.

También las canastas para el pan estaban vacías. Como si todo se hubiera vendido. Porque aún podía percibir el aroma del pan caliente.

Llamó en voz alta, varias veces, sin que nadie contestara.

Salió a la avenida y fue caminando para ver si encontraba a alguien, o algo, que le dijera que estaba pasando. Quizás algún accidente que estuviera llamado la atención de todos.

Pero no había nadie calle abajo tampoco.

Otros negocios que ya habían abierto lucían también vacíos.

Más preocupado, llegó corriendo hacia una avenida principal cercana. Con alivio, suspiró al ver que había un grupo de autos detenidos ante un semáforo.

Pero luego, mientras se iba acercando, fue notando que eso tampoco estaba bien. Todos los vehículos estaban vacíos.

Fue pasando entre ellos, atisbando en su interior. Nadie.

Subió a un bus que tenía la puerta abierta. Nadie.

Confundido, giraba en medio de la calle, buscando algo que se moviera. Entonces, se quedó contemplando el semáforo. No estaba seguro, pero el tiempo le pareció demasiado largo como para que siguiera en rojo. Quizás era el pánico, que sentía en su pecho, el que ahora le afectaba la cabeza.

Se dejó caer en la acera. Todo estaba mal. ¿Qué había pasado con todos?

Tal vez estaba soñando, porque empezaba a sentir que el mundo se iba volviendo más y más blanco. Quizás ya iba a despertar de esa pesadilla. Quería que así fuera. Por favor, Dios, rogó mientras cerraba los ojos. Y se desmayó.

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