La roca del fin del mundo

Oyen por todos lados rumores de que cosas terribles sucederán.

- De cuando en cuando -dice el profesor-, la gente halla un motivo para creer que el mundo se acabará. Ya ha pasado otras veces y ¿aún seguimos aquí, verdad?

- Pero no podrás negar que el mar ha cambiado -dice la hija del guardián del faro. Además se acercan nubes grandes y a mucha gente le empieza a doler los huesos.

- Mi abuelo contaba -dice una anciana-, que hace mucho tiempo hubo una tormenta, con rayos y truenos, y olas gigantes que arrasaron con todo. Que hasta las estrellas cambiaron de lugar y el sol empezó a salir por otro lado.

- Bueno -dice el profesor-, algunas de esas cosas pueden haber ocurrido en un pasado remoto. Creo que he visto restos de conchas en la arena de las calles del pueblo. Pero otras definitivamente deben ser exageraciones. ¿Cómo puede una ola mover las estrellas y el sol?

- Los mitos no son cuentos, profesor -dice el historiador. La gente recuerda cosas que tienen algún valor práctico. Yo creo que algo de verdad hay detrás de esas historias.

Conforme los días pasan, las nubes se acercan y el viento se hace más fuerte, crecen también los rumores. En los teatros han preparado una obra donde una gran lluvia llega e inunda la tierra pero la gente se salva subiendo a un enorme arca.

Luego, la gente se pone a discutir la obra. Que no es posible que llueva tanto para elevar el nivel del mar. Que tan grande tendría que ser un arca para cargar a todos. Que las actuaciones eran opacas.

Algunos, a lo lejos, permanecen en la costa, viendo el horizonte. Antes han pasado otras nubes y otras tormentas. Éstas aún no son tan grandes, pero vienen siguiendo el camino que, dicen los cuentos, siguen las olas que acaban con todo para empezar otra vez.

En secreto, algunos ricos han preparado refugios donde preservar sus pertenencias más valiosas. Si algo pasa, podrán seguir siendo ricos después de eso. Y si nada pasa, el secreto les evitará la vergüenza.

Algunos granjeros, han hecho refugios similares para poner a salvo las semillas y las cosechas. No lo han hecho en secreto, así que algunos se burlan. Otros permanecen en silencio. Tal vez nada pase. O quién sabe.

La hija del guardián del faro ha tenido un sueño. La tormenta había llegado y ella iba corriendo a su casa, a buscar las cosas que más quería. Las tomaba entre sus brazos. Escuchaba el viento aullar a través de la lluvia que golpeaba su casa. Al asomarse a su ventana las olas llegaban hasta allí. A lo lejos, brillaba la espuma de la cresta de olas gigantes que se acercaban.

Con sus cosas en brazos iba corriendo por las calles llenas de gente que hacía lo mismo. Muchos llegaron a un arca y entraron allí hasta que se llenó y cerraron la puerta.

El profesor y otros hombres con anteojos estaban sentados en una mesa del café, jugando a las cartas. Las luces se iban apagando una por una. 'No hay problema', le gritaban, es sólo agua y viento.

Unas personas con vestidos elegantes corrian con unas sombrillas a un sótano. Se acercó, y vió que habían cuadros, tesoros y joyas, y que tendían cadenas de hierro para atarse a ellas. Luego, esa puerta también se cerró.

El embate de la primera ola retumbó más alto que el trueno y vió a mucha gente elevarse junto con las casas que había dejado atrás.

Ella iba corriendo, con sus cosas en brazos, esperando que la ola no la alcanzara.

La segunda retumbó aún más alto y sus cosas cayeron al suelo cuando ella se cubrió los oidos. Al voltear, la silueta de la ola cubría la tercera parte del cielo. La base de la ola la alcanzó y fué elevándola cada vez más alto. Mucha gente estaba a su alrededor y no podía nadar bien porque el peso de sus cosas la jalaba hacia abajo. Ella había dejado todo y sólamente luchaba por dejar atrás la ola. Se sumergió a través de ella y salió por el otro lado.

Una tercera ola se acercaba. Se sumergió bajo ella cuando ocultaba la mitad del cielo y nadó a través hasta que salió por el otro lado también. Luego, vió como golpeaba la costa de su querida isla, la roca donde todos habían nacido. Entonces, de pronto, esa roca se movió.

Se levantó, como una enorme plataforma que hubiera estado enterrada y saliera a flote. Otra ola llegó, sin que le hiciera nada a ella, pero embistiendo otra vez más a su isla, que esta vez se inclinó y giró, pero permanecía a flote. Era un gigantesco barco.

En su cubierta, mucha gente era arrastrada por el agua y por el peso de las cosas que no querían soltar. El agua se llevaba también los sotanos llenos de semillas, gente elegante y cadenas de hierro. Sólo quedaban quienes no tenían nada y soportaban los embistes sujetados a alguna cuerda, una tabla, o flotaba alrededor como ella.

Entonces despertó.

Subió de prisa a la cima del faro. Las estrellas brillaban en lo alto. Miró todo con otros ojos y pensó en la enorme nave que todo podría ser, y en los tiempos de prueba que podrían venir.

El cielo podría cambiar como contaban los antiguos, claro que sí; no era el cielo el que giraba, sino la nave. Y ya lo había hecho otras veces. Quizás, antes, alguien habría tenido un sueño como el que acababa de tener. Y se preguntó que habría hecho. 'Recuerda, qué hiciste entonces.'

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