La musa

Una luz cegadora me recibe. Cuando volteo, veo detrás de mi el laberinto que creía interminable.

— Gracias — le digo a la musa —, soy libre.

Ella suelta una risita; le causa gracia.

— Sí, eres libre... de tu habitación; de ahí acabas de salir.

La miro, asombrado.

Se acerca a mi oído y me pregunta:

— ¿Quieres ser libre del mundo?

Aparece más gente a mi alrededor. Se acercan a darme la bienvenida.

— Hola. Si has llegado hasta aquí, eres uno de los nuestros — me dice el hombre que está adelante.

— Gracias. Me siento muy afortunado — les saludo también —. Acabo de llegar, ¿cómo salieron ustedes?

Sonríen entre ellos. El de la derecha da un paso al frente y dice:

—Yo idee un método para ir descartando opciones sistemáticamente hasta que finalmente alcance la salida.

Todos aplaudieron.

Luego, se aproximó una mujer y dijo:

—Yo escribí muchos libros, que fui poniendo debajo de mi, cada vez más libros, y más alto, hasta que alcance la salida.

Todos aplaudieron.

Y así, fueron contando sus méritos, su ingenio y valía.

— Todos hemos llegado aquí usando nuestra creatividad — dijo, finalmente, el primer hombre —. Por eso llamamos a este lugar el mundo de los creadores.

— Ahora, cuéntanos ¿cómo llegaste a la salida? — me pregunta, con un brillo en los ojos.

Simplemente les digo la verdad sobre mi viaje.

— Yo sentía una especie de llamado. Más sutil que una voz. Cuando iba por ciertos caminos me alentaba. Dejé que me guiara, que su mensaje pasara a través de mi. Sentía que llenaba mi espíritu. Con su guía, caminamos a través de pasillos oscuros... pasamos sobre abismos... caminamos entre las fieras, y entonces... llegamos aquí... Me siento afortunado, y agradecido.

— ¡Oh! — exclamó uno de ellos —. Entonces... llegaste por suerte.

De pronto, las miradas cambiaron y se fueron despidiendo de mi. Algunos me dieron una palmadita, como de pésame. Todos se fueron, moviendo la cabeza y diciéndose qué lástima, no es un creador como nosotros.

La musa estaba detrás de mi y había escuchado todo.

— ¿Lo ves? Y sin embargo yo los traje aquí del mismo modo que a ti — dijo, mientras veíamos las siluetas que se desvanecían a lo lejos —.

Dio un salto y se rió. Estiró su mano hacia mi.

— ¿Qué, no lo notaste? ¡Saliste del segundo laberinto! ¿Continuamos el viaje?

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