Aquarius

Por el camino mis pies iban dejando su huella en el polvo. Pasó junto a mi una nube de agua. Seguí su paso y extendí mi brazo para tocarla. Mis dedos rasgaron el agua fresca.

Me detuve, y vi cientos de otras nubes que el viento iba empujando desde el mar. Flotaban a poca distancia del suelo y se movían con lentitud. Parecían un rebaño de vacas desplazándose hacia los prados. Solo que eran de agua y flotaban al viento en lugar de caminar.

Corrí a alcanzar a la primera nube que había visto. El agua estaba tan clara que podía ver a través de ella. La luz del sol la atravesaba y formaba figuras de luz en el suelo. Las figuras se movían cuando el viento hacía vibrar la plácida superficie de la nube. Le di un pequeño golpe y las ondas se expandieron y se cruzaron. Luego volvió la calma.

Como tenía calor, decidí darme un baño. Traté de meterme en la nube por un costado, pero solo lograba que cambiara de dirección. Corriendo tomé impulso y traté de montarla, pero caí por el otro lado. Me levanté y avancé para colocarme en su camino. Aguardé frente a ella a gatas. Cuando llegó a mi, junté mis palmas y clavé mis brazos. Sentí que de pronto me absorbía y cerré los ojos cuando entró mi cabeza y luego todo mi cuerpo. Contuve la respiración hasta que el agua me llevó a flote hasta la parte de arriba.

Necesitaba mover un poco mis manos para evitar resbalarme por una orilla. Luego de un rato, la agitación del agua pasó. Flotando de espaldas, contemplaba el cielo azul con una sonrisa, mientras mi vaca de agua me llevaba.

De cuando en cuando, dos nubes se tocaban y se fundían. Entonces ganaban también más altura. Mi nube se fundió con otras un par de veces y ya estábamos más alto que los árboles.

Alcanzamos a una nube mayor. Ibamos pasando debajo de ella, muy cerca, y estiré mis brazos. Dejé que me absorbiera. Aguanté la respiración y salí nuevamente a flote.

Sobre mí flotaban multitud de nubes. Cada nube más alta debía ser de mayor tamaño. Cuando dos se tocaban, formaban una nube mayor y subían.

Feliz de acompañar a las nubes en su vuelo, no pensaba en nada más. Aunque el cielo se iba poniendo más azul, no sentía frío. Sin darme cuenta, me quedé dormido.

Cuando desperté, seguía sintiendo la caricia del agua. En el cielo oscuro, un enjambre de estrellas brillaba.

Traté de distinguir algo más, pero todo lo demás parecía oscuridad. Alrededor y debajo de mi. Pero no sentía miedo.

De pronto, las estrellas desaparecieron.

Levanté una mano y sentí el agua. Debíamos estar pasando debajo de una nube mayor.

No sabía a donde me conduciría este viaje. Estiré mis brazos y me dejé absorber.

Abrí los ojos mientras ascendía. Era un ascenso mucho más largo que los anteriores. No sabía cuánto faltaría para llegar a la superficie. Ya no podía más. Sentí que aspiraba el agua, pero no sentí dolor. Era ligera, suave y tibia.

Seguí subiendo y subiendo, durante no se cuanto tiempo. Poco a poco, una especie de aurora empezó a iluminar todo, por todas partes. De pronto, la claridad fue aumentando, y distinguí un brillo lejano. La luz dorada se fue haciendo más intensa. Nadaba en luz.

Amaneció. Entonces, nací.

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