Contemplando las reglas

Se ha llegado a pensar que el mundo se debe conducir por reglas.

Pero, en realidad, las reglas son una manera de anotar las buenas prácticas observadas. De cosas que la gente ya hace. Y que pueden ser de ayuda a otra gente que la busque.

Al anotar algo, es más fácil tomar perspectiva y notar por qué hacemos las cosas. Es más fácil distinguir patrones y qué se podría cambiar cuando llegue el momento.

Pero, por alguna razón, se perdió la idea.

Se ha llegado a usar las reglas sin respetar la libertad de otros de hacer algo diferente o de cuestionarlas.

Se ha llegado a pensar que no hay más buenas prácticas sino aquellas que las reglas expresan.

Las reglas fueron ideadas para solidificar aquello que estaba difuso, para hacerlo más tangible y manejable. Para facilitar, no para obligar ni limitar la libertad.

Porque el ambiente cambia, las circunstancias cambian, la gente cambia y sus motivaciones cambian. Algo que antes era favorable puede que ya no lo sea tanto. Las reglas de antes puede que ya no reflejen lo que ahora somos o lo que queremos ser. Las reglas escritas en piedra pueden ser un obstáculo para nuestra evolución.

Son mejores las reglas que tratan de reflejar el mejor modo en que la gente ya vive. Que sean simplemente un apoyo. Y que sea la misma gente, la conciencia colectiva que poseen, la que las vaya determinando, según su propia experiencia. De modo que nos ayuden cuando lo necesitemos. De modo que cambien cuando sea lo mejor para todos. De modo que evolucionen con nosotros.

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